lunes, 21 de marzo de 2011

MOTIVACIÓN

Es muy fácil hablar de técnicas de estudio, subrayados, esquemas, resúmenes... es muy fácil cuando uno está dispuesto a estudiar. Pero... ¿qué pasa cuando falta lo principal, la motivación?
¿Para qué estudiar? A la mayoría de los adolescentes les parece un tostón tremendo. A la mayoría de los adultos también nos lo parecía cuando teníamos que hacerlo. Tostón no... ¡un coñazo con todas las letras!
Seamos realistas: si les preguntan a los adolescentes si, con el corazón en la mano, les gusta estudiar, el 99,9% dirá que NO. ¿Quién va a preferir estudiar a salir con los amigos, chatear por internet o ir a la playa? Uno no se da cuenta de lo útil que es estudiar hasta que es mayor y ya no necesita hacerlo, cuando ya lo tiene (casi) todo estudiado. Y los adultos que no han estudiado, con frecuencia se arrepienten de no haberlo hecho en su día. Entonces... ¿por qué estudian los pocos adolescentes que sí estudian? ¿Qué les motiva?
En mi opinión, basándome en mi propia experiencia como estudiante y en conversaciones con mis alumnos y ex-alumnos a lo largo de los años, la motivación para estudiar es negativa, no positiva. A un adolescente le importa tres pepinos adquirir cultura, cosa que sí motiva al adulto. Lo que le importa al adolescente es, básicamente, tener a sus padres contentos y el verano libre para dedicar a otras actividades que poco tienen que ver con el estudio, eso cuando sus padres no le han prometido algún regalito o recompensa si aprueba. Es decir: estudian para no chupar broncas y poder divertirse. Eso, cuando tienen padres preocupados por sus estudios. Si no los tienen... ancha es Castilla.
Si hablamos de alumnado con fracaso escolar mantenido a lo largo de los años, la cosa se pone mucho más negra. -¿Para qué voy a estudiar? -dice un alumno repetidor de segundo y tercero de ESO, en cuarto con siete mil pendientes de cursos anteriores -Jamás me pondré al día. Y tiene razón. Para ponerse al día y aprender lo que no aprendió en su momento tendría que dejar de dormir en los próximos cinco años.
A mí me gusta reducir lo complicado a lo simple (porque sé estudiar, entre otras cosas) y lo simple es lo siguiente: no nos gusta lo que no sabemos hacer. No nos gusta estudiar porque no sabemos estudiar, esa es una verdad como un templo. De hecho, todos los alumnos suelen tener alguna asignatura favorita en la que no tienen demasiados problemas porque se les da bien, porque entienden su mecánica. Cuando alguien entiende las reglas de un juego, se entusiasma y quiere jugarlo una y otra vez. Si no entiende las reglas, pronto mostrará desinterés y aburrimiento. Un alumno está totalmente desmotivado y, en un momento dado, consigue entender un contenido en concreto. Se examina y aprueba. Lo primero que sentirá es orgullo por haber aprobado. Lo segundo, temor y desmotivación porque no se verá capaz de aprobar el siguiente examen, pero ya tenemos hilo del que empezar a tirar, aunque sea una hebra muy pequeña. Por ejemplo, los alumnos de Diversificación Curricular suelen dar un giro de 180º en muchos casos con respecto a su relación con los estudios.
Evidentemente, esto no es la purga de Benito. Hay gente que es incapaz de coger un libro aunque se le amenace con el mismísimo infierno. También es verdad que a ese tipo de alumnado no le motiva absolutamente nada, ni lo positivo ni lo negativo. Difícilmente podremos motivarlos hacia el estudio cuando ni siquiera las diversiones propias de su edad consiguen captar su atención. En cambio, el alumno que va consiguiendo pequeñas metas a partir de un mínimo logro se irá sintiendo cada vez más orgulloso de sí mismo y ese mismo orgullo será lo que le hará ir escalando peldaños. No hay más que ver a un bebé cuando consigue ponerse en pie por primera vez tras varios intentos fallidos: todo son risas y alegría. En el fondo, somos animalitos cabezones. Aprovechemos esa cabezonería, pues.

2 comentarios:

  1. El cerebro se ejercitaría de igual forma si se enseñase a jugar al Fifa que si se enseñase aritmetica... seguramente no. Además la aritmetica se usa diariamente, pero no nos damos cuenta. Aunque deberian enseñar programación en la ESO ( pero no lo digo muy alto que me critican )

    ResponderEliminar
  2. ¡Ja! Date con un canto en los dientes si aprenden a manejar mínimamente un procesador de textos... no puedo opinar porque no sé programar y, por tanto, no sé hasta qué punto es necesario y/o beneficioso para el proceso de aprendizaje, aunque yo soy de los que piensan que el saber no ocupa lugar y que cualquier disciplina viene bien en el bagaje cultural del individuo. ¡Toma ya...!

    ResponderEliminar