jueves, 6 de septiembre de 2012

COMIENZO DE CURSO: SOBRE LIBROS Y LIBRAS

kinefilaxiaysalud.blogspot.com
Hola, queridos estudiantes (y algún otro profe) que seguís este blog. Ya veis que me he tomado unas largas vacaciones, pero héteme aquí de nuevo, dispuesta a dar caña de la buena y a veces también de la mala. A la espera de que comiencen las clases y empiece a colgar esos contenidos que tanto y tan bien agradecéis en vuestros comentarios, hago un paréntesis para soltar unos cuantos ladridos por la boca. La situación que estamos viviendo el colectivo de profesores de los centros públicos me obliga a ello. No tengáis miedo, no voy a hablar de lo mucho que curramos y lo poco que cobramos (verdad absoluta donde las haya), ni de nuestras bajadas de sueldo, ni siquiera de la retirada de nuestra paga extra de Navidad. No voy a hacerlo porque no os incumbe para nada. En cambio, sí que voy a dar un poco de solfa hoy al tema de los libros de texto, discusión que surge, como las setas cuando las estaciones estaban donde y cuando tenían que estar, todos los septiembres.

Todos hemos sido cocineros antes que frailes y, por lo tanto, todos hemos carretado los malditos libros de texto durante unos cuantos años. En mi época no se llevaba eso de la mochila, se cargaban los libros a brazo libre, así de paso las chicas protegíamos nuestros pechámenes de miradas indiscretas. Todo a cambiado hoy en día, las tías enseñan lo que antes nosotras queríamos esconder, alguien dijo que había que tener libros de texto en todas las asignaturas y un listillo inventó la mochila de ruedas, cosa impensable, aunque no sé por qué, hace treinta años.

En fin, que el debate que se reabre año tras año el noveno mes del calendario es siempre el mismo, y doble: qué caros son los libros de texto, por un lado, y qué cargados van los niños con las mochilas, con el subsiguiente dolor de espalda, por otro.

Yo nunca pongo libro de texto en mi asignatura por tres motivos que se complementan: me parecen caros, malos y me obligan a dar material complementario. La parte gorda del chollo la llevo yo, que tengo que elaborar mi propio material para los alumnos, pero para eso me pagan y por lo menos me aseguro de que no haya lagunas en donde no quiero que las haya. Los libros de texto son caros, sí, y para una familia con tres hijos le puede suponer un desembolso de lo más chungo, por eso me parece sangrante el tema de las editoriales, que cambian el texto casi todos los años, impidiendo a los hermanos menores (o primos, o amigos, o lo que sea) heredar los libros viejos. Eso no importaba mucho cuando vivíamos de puturrú y los libros eran gratuitos (cosa con la que tampoco he estado de acuerdo nunca, deberían ser gratuitos sólo para quien no pueda pagárselos), pero ahora, con la que está cayendo, considero que debería de ser obligatoria la herencia de los libros. Pero claro, así... ¿cómo hacen el negocio las editoriales? Ya me vais entendiendo, ¿verdad?

Me imagino que hay asignaturas en las que sí es necesario revisar y cambiar el texto de vez en cuando. ¿Pero en literatura de 3º de la ESO? ¿Es que acaso Góngora y Quevedo van a publicar algo nuevo? ¿Es que acaso el sujeto va a pasar a ser Complemento Directo y viceversa? Hacedme caso, muchachos, y no os dejéis tomar el pelo. En mi generación muchos de nosotros estudiamos por libros de segunda, tercera y casi cuarta mano. ¿Para qué quería yo gastarme 1500 pesetas en un manual de Filosofía si odiaba tal asignatura y sólo la iba a ver durante un curso? Ah, qué tiempos, entonces sí que funcionaba bien el book-crossing, no como ahora, que todo tiene que ser nuevecito a principios de curso para motivar al alumno (y llenar los bolsillos a las editoriales, de paso).

Bien, abordemos ahora el tema del peso, que también tiene más miga que un pan de pueblo. El peso que cargan los niños hoy en día es, a todas luces, excesivo. Seis clases por día a seis libros y seis libretas, más estuche, diccionario y demás... para romper la espalda a cualquiera. Añadan a eso, los días que toca, la ropa para Educación Física, el cartapacio de Plástica, más escuadra, regla, cartabón, la flauta para Música... no es que pesen mucho, pero sí ocupan. ¿Pero para qué están entonces las mochilas con ruedas, pregunto yo? En cualquier caso, la mitad es peso muerto, por eso las editoriales, tan listas ellas, han sacado el formato trimestral de libro de texto, así el estudiante sólo carga con un tercio del peso total. Por no hablar de las libretas: si los alumnos usaran carpetas clasificadoras llevando sólo los folios correspondientes a la materia en un determinado momento, no irían cargando innecesariamente con un montón de papel en blanco que no les hará falta hasta dentro de unos meses. Otra opción (que era la nuestra en mis tiempos) es dejar lo que no se va a necesitar en clase, pero el problema es que hoy en día corre serio riesgo de desaparecer. La solución pasaría por tener taquillas para el alumnado pero... ¿cómo vamos a tener taquillas si nos andan rateando los toner de las impresoras? Les recuerdo que para la administración somos la última mierda y que no arreglan un centro hasta que empieza a parecer el hermano gemelo de una chabola gitana. ¿No nos arreglan las ventanas y nos van a poner taquillas? Anda yaaaa...

En fin, señores. Yo sólo puedo aportar mi humilde granito de arena al asunto: fuera libro. No hay libro, no hay desembolso económico, no hay que cargar peso muerto. Eso sí, no se olviden de comprar un diccionario de Lengua Española para este curso. ¡Hasta la próxima!


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