martes, 3 de mayo de 2011

"EL SÍ DE LAS NIÑAS"


ARGUMENTO

Con El sí de las niñas, el neoclásico Leandro Fernández de Moratín consigue crear una obra de carácter netamente español a partir de la comedia dieciochesca francesa. La pieza, ligera e inteligente, consta de tres actos, está escrita en prosa y fue representada por primera vez en el año 1806, con gran éxito. Su argumento trata de una viuda que, al verse al borde de la miseria, decide casar a su hija con un hombre mayor de gran fortuna. Paquita, la muchacha, acepta los planes de su madre a pesar de estar enamorada de Don Carlos, sobrino de su futuro marido. Sorprendentemente, es Don Diego, el maduro galán rechazado, quien resuelve el problema casando a los jóvenes. Este desenlace inesperado es uno de los signos de modernidad de la obra.

FINALIDAD
         El sí de las niñas tiene como una de sus finalidades educar a los espectadores y moralizar las costumbres. El tema que desarrolla no es nuevo: la educación de la juventud y la libertad para elegir marido, ya que ambos estaban presentes en todas las comedias moratinianas. El asunto del matrimonio de conveniencia parecía preocupar a los escritores del siglo XVIII porque era un hecho real en la sociedad. Moratín defendía la familia como sostén de la sociedad, no ataca la institución familiar ni desprecia los matrimonios entre personas de edades dispares, pero advierte sobre los peligros en que puede desembocar la opresión sufrida por los jóvenes a la hora del matrimonio. Es la comedia en que es más categórica y evidente la condena de los métodos de educación de la época.

LA REGLA DE LAS TRES UNIDADES

   ESPACIO
         La acción se desarrolla en una posada de Alcalá de Henares, en el camino de Guadalajara a Madrid, y en un espacio reducido a la sala de paso entre las habitaciones.  La simplificación del lugar es palpable: cinco puertas, una ventana, una mesa y sillas, cada uno con su función. La escasez de elementos escénicos obedece a la finalidad didáctica de la obra. El exceso de estímulos visuales puede distraer la atención del espectador y no hacerle captar el mensaje.

   TIEMPO
         La acción de la comedia se desarrolla en diez horas, desde las siete de la tarde hasta las cinco de la mañana siguiente. Apenas hay referencias temporales. El tiempo viene indicado a través de juegos de luces que sugieren la evolución, y desempeña un papel dramático: el planteamiento se corresponde con el anochecer, el nudo con la oscuridad y el desenlace con el amanecer.

   ACCIÓN
         Hay una sola acción, sencilla y concentrada. Moratín pensaba que si se amontonaban los episodios y las acciones, se distraería la atención del espectador y no se cumpliría la finalidad didáctica de la comedia.


PERSONAJES
         Son siete. Esta limitación en el número es un recurso necesario para respetar la unidad de acción. Están agrupados en  tres parejas, dos clases sociales: señores y criados. Los señores se agrupan en personas de edad: doña Irene y don Diego; y jóvenes: Paquita y don Carlos. Del mismo modo se agrupan los criados: de edad, Simón, y jóvenes: Rita y Calamocha.

         Doña Irene está acostumbrada a imponer su autoridad. Incapaz de la menor empatía, pretende que su hija continúe el sistema que a ella le había funcionado: casarse por conveniencia con un hombre mayor y rico. Es también la encarnación del egoísmo. Quiere el matrimonio de Paquita para asegurarse su propio bienestar económico. Además, es una charlatana incesante, insustancial, y don Diego y Paquita no pueden tener jamás una conversación a solas sin ser interrumpidos por ella.
         En cierto modo, encarna el espíritu didáctico del Neoclasicismo, pues su imposición no es sin argumentos, sino que trata de mostrar a su hija todas las ventajas que le reportará este matrimonio.

         Paquita en un primer momento parece un personaje sin profundidad, fruto de la educación neoclásica, que obligaba a obedecer a los padres. Sin embargo, ha sabido llevar una doble vida sin que su madre se enterase. Es casi un heroína prerromántica, pero le falta el espíritu de rebeldía para imponerse a la voluntad de sus mayores. Lo mismo se puede decir de don Carlos, dispuesto a todo hasta que se entera de que su rival es su propio tío, al que le debe respeto.

         Los criados desempeñan la función de confidentes sin establecer relaciones paralelas.

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